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miércoles, 29 de septiembre de 2010

RUBÉN CALDERÓN PERDIÓ EL CONTROL DE LA UJED

RUBÉN CALDERÓN PERDIÓ EL CONTROL DE LA UJED

POR MILTON ELOIR

Conocí a Rubén Calderón hace unos años, cuando estaba estudiando en la Facultad de Derecho, acababa de fallecer José Ramón Hernández Meraz y el proceso de sucesión estaba comenzando, siendo Carlos Silerio el otro aspirante a Rectoría (para terminar el periodo estatutario de Hernández Meraz). Me parecía un buen tipo Calderón, algo soso en su hablar y no con mucho carisma, pero tenía pinta de ser prudente al menos. Silerio era símbolo de la otrora clase política universitaria, de mano dura pero con todo el conocimiento del teje y maneje de los catedráticos y administrativos, de cómo saber llegarles.

Sin embargo había algo en Rubén Calderón que no veía, su implacable habilidad para hacer acuerdos, para generar compromisos, cobrar viejos favores; todo al amparo del manejo de los recursos de la UJED.

820 votos contra 455 fue el conteo final. Y Rubén venció a Silerio en la elección, por fin logró convertirse en Rector, consiguiendo el control político, porque el financiero siempre lo tuvo. La derrota de Silerio se veía venir, las carretadas de dinero eran impresionantes, las negociaciones con directores y académicos eran cosas de todos los días: prebendas, arreglos, promesas, todo…todo con tal de ganar.

Calderón llegó con todo a disfrutar las delicias del poder. Obras que habían sido iniciadas por Hernández Meraz y que contaban con una placa alusiva como los edificios de Educación Física y el Centro de Informática, fueron quitadas y sustituidas por nuevas ya con el nombre del nuevo Rector. De poco sirvieron los reclamos de la familia y de los amigos del "Menón", quien tenía "todo el pinche poder" (Fidel Herrera dixit) era Rubén Calderón. Y lo ejerció ampliamente, a los amigos los hizo secretarios, a los detractores les dio tiempos completos, a los rijosos los hizo a un lado, a los estudiantes les dio recursos, a los directores los convirtió en virreyes, aumentó plazas para acallar las críticas de algunos, distribuyó recursos para promocionar la imagen suya y de la universidad como si fuera un gobernador. El dispendio fue su avatar.

Y así llegó a convertirse en un emperador, que trataba con beneplácito a los zalameros y con desdén a los extraños. Ser amigo de Calderón era sinónimo de compartir un cachito del magnánimo poder del patriarca universitario.

En 2004 llegó a su primer periodo completo como Rector, sus seis años de gloria. La contienda fue una farsa, un proceso de mera legitimación. Se paseaba por escuelas y facultades para "pedir" el voto, mientras directores y sociedades de alumnos lo trataban como si fuera el presidente de la República, con cortesía digna de las cortes medievales, sabían que un buen trato con el "señor", les traería mejores prebendas.

Su reinado fue impoluto la mayor parte del tiempo. Sin oposición, sin voces discordantes, con la unanimidad de "lo que usted disponga, señor Rector". Los pocos que lo cuestionaron tenían motivos más perversos que los que denunciaban, por eso fueron deslegitimados inmediatamente.

Y el Rector se paseaba por los patios del Central como un César por la ciudad de Roma, contemplando su obra, como escuchando un goya en su honor dentro de los muros de la que era su fortaleza.

La soberbia nubló su mirada, ya no distinguió entre amigos y enemigos. Quien osaba no atenderlo como merecía, era objeto de su desprecio, así fuera el gobernador, un legislador federal o un director. Calderón creyó que la autonomía significaba que la UJED era una isla intocable notariada a su nombre. Y por eso nunca rindió cuentas, nunca hubo transparencia, ni siquiera presentaba un presupuesto de egresos como lo marca la ley orgánica, ¿para qué? Si era suya la universidad, si quien sabía mejor que necesitaba la UJED era él, ¿Quiénes se creían para cuestionar los manejos de la universidad? Solo los enemigos de la UJED eran los que exigían cuentas, los amigos, sabían que el dinero estaba en buenas manos.

La fortaleza le daba valor, rompía con protocolos y pactos verbales. Despreciaba a quienes no se rindieran a sus pies. Sus esbirros lo colmaban de halagos y llevaban trovadores para que compusieran canciones que describieran los actos heroicos del patriarca. Era tanto el ruido que Calderón no escuchaba los primeros sonidos de fallas en los cimientos de la fortaleza.

Emborrachado de mentiras por parte de sus siervos, se dejó guiar por falsos profetas que le aseguraron llegar al paraíso sin necesidad de expiar sus pecados. Un atajo pues. Le señalaron con índice de fuego a los enemigos de la UJED, a los terratenientes que buscaban expropiar su isla, y le pidieron no tener clemencia con esos bribones, judas universitarios.

Calderón tenía el control de la UJED y lo utilizó para vengarse de aquellos que según él, estaban en su contra. Primero lo hizo de forma discreta, luego envalentonado como borracho después de unas copas, se lanzó con toda su fuerza. La jugada le falló y perdió sus últimas fichas, esas que había guardado para un caso como el que se le presentaba. Calderón perdió por primera vez…y los cimientos seguían tambaleándose. Confió en la resistencia de su fortaleza privada para llegar a su reelección, y hasta pensó que sería un paseo por el parque. Si había aguantado un gobernador como Ismael, éste que le duraba, seguro caviló antes de entregar su papelería como candidato.

Mientras recorría escuelas y facultades como sultán, acompañado de un séquito de aduladores, la fortaleza presentó una gran cuarteadura. No hubo dinero suficiente para detenerla, no había forma de detenerla. Los estudiantes levantaron la voz, la oposición a Calderón levantó la voz y esta vez ni los trovadores pudieron opacar a la disidencia.

Calderón ni cuenta se dio cuando perdió el control de la UJED. Estaba más preocupado en sus proyectos personales que en su labor de construcción de acuerdos como en épocas pasadas. No entendió que esta desgastado, que su parcialidad política le ha costado muy caro al interior de la universidad y que la bomba de tiempo estalló.

Calderón despertó de su sueño imperial y se ve cara a cara con la multitud, no esa que esta acotada por la nómina, sino aquella que esta cansada de su camarilla que lo rodea.

Asistimos al fin de la era de Rubén Calderón en la UJED, un fin que el mismo labró con mucho empeño. Al final, Calderón era el único que podía terminar con Rubén Calderón.

miltoneloir@hotmail.com

www.twitter.com/miltoneloir

 

 








Lic. Alberto De la Rosa Olvera


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