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sábado, 2 de octubre de 2010

Autonomía universitaria

POR LUIS TORRES

No se puede negar que la autonomía universitaria no sólo es deseable, sino sana y congruente, en pos de una vida democrática pujante y lo de mayor relevancia: de la formación personal y profesional del alumnado.

Si bien es cierto que la autonomía universitaria debe defenderse a capa y espada, también lo es que tiene un límite jurídico y un marco regulatorio: la autonomía no es sinónimo de soberanía ni mucho menos de impunidad.

Es lamentable que el ex rector y su gavilla, asistidos por un ex candidato a la gubernatura y su equipo, estén ahora queriendo convencer a la comunidad sobre la defensa universitaria sólo para poder perpetuarse otro sexenio en el poder y continuar manejando la institución como si se tratara de su propio feudo: comprando sindicatos, amagando la disidencia, repartiendo tiempos completos para asegurar más votos en el consejo universitario -volviendo con esto a los exámenes por oposición un mero trámite para legitimar sus asignaciones y un circo patético que sólo divierte a los favorecidos-  y manejando el fondo de jubilaciones a discreción, sin rendirle cuentas a nadie, pagando multas por falta de transparencia con dinero ajeno y dando lugar a toda clase de rumores que no sólo desprestigian a Calderón, haciéndolo ver como un pillo, sino que dañan la imagen institucional de la Universidad y de sus egresados.

La autonomía debe servir de bandera para garantizar la libertad de cátedra: piedra angular de la formación humanista, de personas críticas, propositivas, proactivas y participativas. Para evitar la intromisión de terceros indeseables como el arzobispo duranguense, que con sus declaraciones trata de vulnerar el laicismo tanto de la Universidad como del H. Congreso duranguense. ¿Por qué los que ahora defienden con tanto ahínco la autonomía universitaria consienten en esta intromisión flagrante, no sólo del arzobispo, también de Aispuro? Es también de llamar la atención que quienes ayer atacaban al entonces rector, clamando por que cesaran sus tropelías se ponen ahora de su lado, los unos tal vez por mero idealismo, los otros quizá por miedo a represalias los más, en plena incongruencia, carentes de la más corta memoria histórica.

Lo más triste de esta situación es el papel de muchos directivos y catedráticos, otrora ejemplo de virtudes, hoy devenidos a guardaespaldas y grupo de choque contra sus propios alumnos. Por siglos se ha utilizado la violencia física como recurso didáctico -por cierto, actividad deleznable- y ahora se vuelve a usar en el intento de enseñar la patética lección del continuismo, la cerrazón y la absurda defensa de intereses oscuros. En el fondo, el aprendizaje, cuyo modelo ojalá no reproduzcan los futuros profesionales, es el del esgrimir golpes en vez de argumentos, el de ser acomodaticio y servil y la máxima maquiavélica que el fin justifica los medios.

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