A propósito de… El origen de la falta de la credibilidad
Por: Raúl González Rodríguez
Como he especificado en otras ocasiones en este espacio de comunicación, la mercadotecnia política ha mostrado su vital importancia como la principal herramienta para el posicionamiento de cualquier candidato. En la columna pasada hablamos acerca del discurso como estrategia de marketing. En esta ocasión me permitiré realizar un esbozo de la imagen distorsionada que muestran los políticos en las campañas electorales, pues para todos es conocido que presentan a una persona que dista mucho de la realidad, por ello desde ahí empieza la poca credibilidad del político.
Los actuales programas de computación especializados en manipulación de imágenes, brindan la oportunidad de corregir algunos defectos que salen a relucir. Sin embargo, vuelvo a confirmar que la ausencia de corrección es el símil del exceso de la misma.
El día de hoy, en lugar de mostrarnos a los candidatos de la forma más humana posible, lo hacen con una imagen fuera de contexto, que excede de los parámetros de la realidad: La corrección del color de cabello, el color de ojos y el color de tez, nos acercan más a un concurso de belleza. Y es que, a falta de argumentos estadistas, pretenden presentarnos una mera figura.
Sonrisas forzadas, facies fingidas y poses, son el producto final mostrado a la clientela. Solo hay que precisar que muchos candidatos están permitiendo que se difunda una imagen ficticia, basándose solo en ella, no siendo un complemento más como lo dictan las estrategias de marketing político, que también aseveran que todas las imágenes capturadas para después realizar la propaganda política, deben de ser lo más naturales posibles, cosa que en nuestro Estado no han tomado en cuenta.
Todo es producto de la "política ficción", en donde se toma como eje central el maquillaje político-electoral, dejando de lado el fondo del discurso, tornándolo por un discurso vacío que lleno de retórica y promesas casi siempre incumplidas, satisface a una sociedad amorfa. Incluso en el presente, la imagen del político la llegan a dar actores de telenovelas, pasando de las novelas de televisa a las novelas de la sociedad.
Cierto es que la imagen política existe desde que el hombre empezó a utilizar estímulos verbales y no verbales para representar su poder sobre los demás. Desde entonces ha variado pero siempre con el mismo objetivo: influir en la voluntad de acción de las personas. Sin embargo, parece que actualmente se dirige a fomentar la inacción, ya que estudios confiables demuestran que entre más spots publicitarios y propaganda política existe, disminuye notablemente el interés ciudadano. No sé ustedes amigos lectores, pero un servidor no soporta ver tanta contaminación electoral por nuestras calles, lo que en algunas ocasiones me lleva a pensar en no acudir a las urnas.
Comentarios: raglez_ps@yahoo.com.mx
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